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POESIAS - Claudia Masin

 

                           

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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Nació en 1972 en Resistencia, Chaco, Argentina. Vive desde 1990 en Buenos Aires. Es psicóloga. Bizarría es su primer libre, del cual transcribimos la tercera parte llamada Toxicomanía.

 

Toxicomanía

 

Toxicomanía

 

El aburrimiento

La plath envenenando

a su bebé mi pequeño

amor me excedo

en tu alimentación

hinchado de palabras

el sabor de lo tóxico y

mamá te ama.

No se por qué

recuerdo las noticias

esa mujer embarazada

a quién abrieron el vientre

para robarle su pequeño

amor estaba viva.

Imagino el gesto

de interrogación el mismo

de la plath enfrentando

otro cuerpo diminuto.

De sí tan irreal

lo que sale del vientre

o accede: mis piernitas

mojadas de sangre.

Ella mira y supongo

que en algún lugar

del vientres supo:

a su nena

la nena de sus ojos

alguien la había puesto

otra mirada

se la habían robado

nunca supo qué fuera

de la otra,

la amada.

 

El nido

La sonrisa radiactiva del padre

esparciendo su haz de luz mortífera,

parece decir: estoy aquí

para trazar la línea,

arbitrario y generoso como Zeus.

De este lado, los pollitos

sanos y hermosos, mis hijos.

Del otro lado, los cadáveres, sus plumas

revoloteando en el aire

creado por mi aliento.

Otorgo el alimento y el veneno

por partes iguales.

Ordeno la fila, corto los vértices

que sobresalen, satisfecho

por la magnitud de la desgracia que puedo

hacer brotar de la piedras

como agua.

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Servicio de emergencias

a A.G.

Repito yo la palabra arteria

en la hoja de tu voz

algo duerme en mí la boca

de la casa alegría del hogar.

Alicia estira la cuerda

 

vas a volver de entre las

nenas huecas. Mamá enfermera

cuida – cabezas. Los muertos te los di

¿cortamos la cuerda? Está tan tensa,

tan sensual como las raras

muñecas de mi infancia (guardaban

arañas en la panza.)

Llueve mientras hablamos

 

-te da pánico

-tradúceme la palabra arteria

Debajo de la ropa tenés

el látigo del circo. Único

calmante eficaz para la fiera.

Antes sabía tu número ocho seis

tres y qué sé yo qué más

medicina para la arena

que ensucia la memoria

anticuerpo contra los ojos de cuencas

vacías llamando de larga

distancia desde el cielo incierto

de la línea.

 

El hilo

Esta mañana corrí como si ellos

vinieran detrás y ellos sonrieron

desde adentro. Mala soy

mala como la nena que cayó

desde un décimo piso por mirase

demasiado en los espejos.

No era vanidad, no,

era terror apenas.

Desciendo de tu cuerpo

con mi oficio de boa no sé

que hacer primero:

si tatuar una figura

que te muestre muriendo allí

en tu propio pecho, o desollar

despacio las piernas sonriendo,

o tal vez quemarte

los pómulos y ensayar el gesto

de mamita en vigilia pero

quién toca como lo hace

la única que te ama quién

sino la misma que te arrastra

y se va – asesina – con tu humor

de guerra, de arena, de alegría.

 

Operación silencio

Al fin alguien

me cosió la boca.

Pequeña cirugía, lo real

sustituye a lo simbólico

Casi mágico, brillante

en su blanquísimo uniforme

del ejercito de Salud,

mi doctor decida: no hable

demasiado.

 

– No hay peligro, pienso.

Borracha de mi sangre,

castigada, le sonrío.

Podría darle

las gracias, aunque

– pensándolo bien –

tendría ganas de escupirlo

con precisión en el centro

de la cara,

si no fuera por

su expresa indicación.

Mejor me callo

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